ORGULLO
La salida del closet fue dolorosa, si; pero muy liberadora. De pronto sentí un superpoder, una valentía enorme, como si volteara a verme a mí mismo de niño y decirme; ¡Hey Ely, gracias por aguantar!. A partir de ese instante me prometí no dejar que nadie nunca me hiciera sentir mal por lo que soy y empezó un camino maravilloso a conocerme más, a lo que hoy soy.
Hoy con 39 años y a 20 de haber dejado la soledad del closet, de empezar a ver por mí, con toda la ignorancia, inocencia e incertidumbre que en ese momento tenía; resultado de haber crecido sin referentes visibles como los hay en la actualidad. Estoy comprometido en deconstruir todo lo tóxico que pude llegar a ser con mi comunidad a la que amo profundamente; la cual me ha sostenido durante tantos años, le han sumado fuerza a mis sueños y en donde sin buscarlo encontré una familia hermosa con la que he podido sanar algunas heridas del pasado. Agradecido con todxs lxs que antes llegaron a tumbar las puertas y nos demostraron que si se puede vivir en libertad de ser unx mismx.
La creatividad me salvó y gracias a eso ahora existe Hibrido, un espacio en donde podemos expresarnos, hacer comunidad, ser libres y jotear mucho. Vamos a seguir comunicando desde la empatía, educándonos y ser una plataforma LGBTIQA+. Gracias por sumarse a ser todxs juntxs.
La historia no será contada por una sola voz, será construida por voces diversas.
¡Feliz día del Orgullo!
Elié Rodríguez
Fui un niño que creció en un entorno en donde el ser gay estaba mal visto, dentro de un entorno familiar bastante “religioso” o mejor dicho “doble moral”. Escuché infinitas veces chistes a cerca de ser “puto”, chismes sobre el “joto” de la calle de atrás, comentarios acerca del “maricón” de la estética, y burlas a la “loca” del hijo de la vecina.
Con una niñez bastante divertida porque mis ‘amigxs’ fueron mis hermanas y mis primos con los cuales me entretenía jugando a juegos sin género. Pero en entornos externos a esto me sentía muy expuesto cuando se me imponía jugar al fútbol u otras actividades parecidas que tenían que ver con el hecho de ser un niño. Al nacer se me otorgaron un chingo de estereotipos por el solo hecho de nacer siendo niño, nunca se me preguntó si yo estaba feliz haciendo ciertas cosas, si me gustaban o si prefería hacer otras.
Creo que mi mamá siempre se daba cuenta pero solo me dejaba ser. No me cuestionaba, ni me juzgaba, ella me veía bailar y jugar con mis hermanas; aunque nuestros juegos siempre tenían que ver más con la imaginación. Jugábamos a ser doctores, maestros, exploradores, etcétera. Lo cierto es que si fui feliz, pero siempre con la culpa de sentirme distinto. Pensaba que les fallaba a mis papás o que Dios no me quería por haberme dejado ser así. A la vez también fui muy libre, solo seguía mi instinto y exploraba mi ser, mi sentir y mi esencia. La verdad es que siempre me sentí un niño especial y soñador. Usaba la imaginación para salir de la maldita jaula de la culpa por sentirme atraído por otros niños.
Mi primer beso se lo dí a un niño, el nieto de Doña Rita, la casera; debajo de las escaleras, ahí sucedió. Un beso inocente, de dos niños que estaban siendo, solo siendo. Con el paso de los años me creé una máscara del hijo inteligente, bien portado, pero también un niño asmatico, alérgico, solitario y que mentía constantemente acerca de si mismo.
Pero ¿saben algo? ¡la creatividad me salvó!, me refugié en ella desde muy pequeño. No tengo claro en qué momento me di cuenta de que siendo creativo la gente se olvidaba de que era un niño y asolescente homosexual. Verme de esta manera me hizo salirme un poco de esa máscara, me permití explorar mi sensibilidad y conforme pasaron los años esa misma habilidad me acercó a personas hermosas con las que pude ser yo mismo.